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¿Qué motiva a un traductor a ejercer su profesión?

Cuando a un traductor se le pregunta sobre cuáles fueron sus razones para dedicarse a este oficio, realmente no tiene una sola respuesta a la mano. Ser traductor de un idioma no es algo que nazca de la inspiración de tener un excelente sueldo o bajo la motivación de convertirse en el traductor más famoso de todos los tiempos, como sí podría soñarlo un artista o un escritor.

Son muchas las razones que entran en juego. Este es un oficio que toma fuerza en el corazón de la persona como una semilla que va creciendo y fortaleciéndose hasta que se convierte en un gigantesco árbol que exige más y más tierra fértil, en la cual seguir profundizando sus raíces. Esa tierra fértil no es más que el deseo exquisito de sumergirse en una lengua y dominarla a la perfección.

Como una manera divertida de entender lo que ocurre en la mente de un traductor y el interés de ejercer esta vocación, en este artículo podrás descubrir exactamente porque este oficio puede convertirse en la misma pasión que experimenta un artista al pintar un cuadro o un actor al salir a un teatro.

El primer factor que entra en juego

La primera pizca que contagia el deseo de ser un traductor nace cuando una persona empieza a conocer otro idioma. La riqueza de esa otro idioma, que no le es tan propio como lo es su lengua materna, esta aderezada con un gran conjunto de detalles, convirtiéndola en motivo de curiosidad.

Es decir, el sueño del traductor empieza por conocer uno o varios idiomas profundamente. Su insaciable deseo por conocer una lengua y su estructura gramatical, es idéntica a la de una persona que desea explorar cada una de las tuercas, resortes y engranajes que dan vida a un aparato de relojería. El traductor empieza por reconocer la belleza de la gramática y la esencia del lenguaje.

Y es entonces, cuando logra dominar dicho idioma, que siente la necesidad de transformarlo en algo tan propio como lo es su idioma nativo. Es ahí donde continua estudiándolo, armándolo y desarmándolo a través de la traducción.

La facilidad y la experiencia

Cuando una persona se encuentra en este nivel de comprensión de dos idiomas, cuando puede escribir entre uno y otro idioma como si le fuese tan sencillo como lo es caminar, descubre que le resulta fácil ejercer la profesión de ser traductor. Esa es su primera impresión, lo que viene acompañado con el gusto de poder recibir una compensación por su talento.

Es una primera impresión porque a la larga descubre que tiene el compromiso de desarrollar un sentido de la atención total para ofrecer un trabajo de total calidad y belleza. Pero el pago por este esfuerzo se ve compensado con el gusto de continuar descifrando y descubrimiento más a fondo la riqueza de su segundo, tercer o cuarto idioma.

De manera que el traductor se da el lujo de facturar por un servicio que le permite estudiar y practicar más a fondo su idioma, ya sea a través de la traducción de textos, la escritura de subtítulos de películas, transcripciones de audio, entre otros escenarios de trabajo.

Conclusión

Claro, hay que reconocerlo: uno de los factores que más impulsa a un traductor a ejercer su pasión se encuentra en la facilidad que tiene de expresarse en otro idioma. Esta facilidad es comparable al talento de quien pinta un cuadro o canta una canción. Es el talento que el traductor domina y que determina su trabajo.

Por supuesto, también está la motivación económica porque representa su manera de ganarse la vida. Pero más allá de esto, su razón para disfrutar de este oficio se encuentra en su gusto por seguir conociendo un idioma y perfeccionarlo. El traductor es entonces una persona fascinada por los secretos del lenguaje y el deseo de continuar aprendiendo.

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